lunes, 21 de noviembre de 2011

Sabor a miel


Edith Moncada.

Camina bajo la lluvia, siente que su corazón se va a desbordar, late apresuradamente, lágrimas que ruedan, se confunden con la lluvia. Sus manos no las siente. Arruga con fuerza la foto, sucia y ajada. Ahora las letras se han borrado, pero ella recuerda muy bien lo que estaba escrito. “Para que nunca se te olvide”

Había salido corriendo como loca, sin rumbo. Bajó los doce pisos sin darse cuenta, salió del edificio y caminó, caminó pensando que él vendría detrás de ella. No quería voltear la cabeza. Sus latidos le oprimían el corazón, a ratos pensó que no podría seguir, imaginaba que él la tomaría por los hombros y le diría ; eso es historia añeja, es el pasado, no sufras por algo que ya pasó. Llegó a la avenida Central. Las luces de los autos y los bocinazos le hicieron comprender que hacía rato que deambulaba. Era media tarde cuando había encontrado esa foto en el libro que sin querer sacó de la biblioteca, en el departamento de José Luis. No podía entender porque la conservaba, si había terminado con ella hace dos años atrás. Ella era su novia ahora, y él decía amarla

En la esquina de José Miguel Carrera, a una distancia de unas veinte cuadras del edificio donde salió desesperada y llorando por aquel inusitado descubrimiento, se dejó caer. No vino tras ella y su dolor aumentó.

Ahora de golpe comprende, las tardes que él no aparecía, los silencios largos y pesados que se producían sin motivo. La amaba, seguro que aún la amaba, y tal vez, ella sólo era un escape a su tristeza, porque ella sabía muy bien que Laura, se había casado apenas unos meses después que ellos terminaran. Su pensamiento la llevo a una conclusión que la intranquilizó.

En su mente evoca la foto con rabia Laura y José Luis abrazados. Lo que más le dolía, era lo que decía; “Para que NUNCA me olvides”. la pena le asomó por toda su piel, y en aquel momento su mente sólo repetía: ¡Maldita, maldita.!

Volvió sobre sus pasos, en actitud altiva .Regresó al departamento se decía,” No me dejaré vencer”.

Un olor a café recién preparado le hizo comprender que José Luis, no había dado importancia al asunto. Entró y mirando directo a los ojos le dijo: “Quiero que la rompas delante de mí y si no quieres hacerlo, lo hago yo.” Él sonriendo le toma las manos, su aroma la envuelve, olía a bosque encantado, ese aroma que a ella le embriaga. Se acerca a tomar la foto arrugada, la besa apasionadamente, sus labios y los de José Luis sabían a miel.