viernes, 25 de febrero de 2011

La otra Suyai


Cierra la puerta y entra como aturdida, aún no comprende lo que ha visto, lleva tanto tiempo
de casada ha sido feliz con su marido, aunque a veces le haya odiado por su manera de ser. Tiene esa pena escondida, para que los demás no se enteren, ella la que se ve tan completa, asertiva, inteligente y con una vida feliz. Lo que no saben es que dentro de su alma, el dolor la corroe. ¿Cuánto tiempo lleva así? Muchos, no sabe ya cuántos.
Hoy, nuevamente ha tenido un día de dolor con él, su marido, que se ve tan agradable, tan cariñoso y preocupado, pero que pocos saben la verdad.
Piensa, vuelve atrás en el tiempo, él siempre fue así, no es cosa de ahora, lo que sucede es que antes nunca lo vio . Ahora que han pasado veinticuatro años, ya no sabe qué hacer ¿ cómo no se dio cuenta?. ¿ Y cómo no hizo un alto para no permitirle seguir actuando de esa manera, tan sin respeto, tan falto de tino?
Siente que Carolina ha llegado. -¿ Mama, estás en casa? sigue sentada con la mirada perdida en la ventana. Entra Carolina y dice: - ¿mamá, estabas aquí y no me contestabas? - Si hija, disculpa me quedé dormida y no te sentí llegar. ¿ Cómo estuvo tu día en la universidad? !Mamá de nuevo se pelearon¡... ya conozco esa mirada tuya, el papá esta vez que te hizo? Nada hija, sólo estoy cansada. La chica sale del living y olvidándose de su cara, enciende el televisor, entra en la cocina y se prepara un sándwich.
Matilda, sabe que su historia ya no impresiona, siempre lo mismo, el papá hace de las suyas y la mamá llora, se queda escondida en algún lugar de la casa y nadie sale a buscarla ni a darle consuelo, esa situación ya se hizo cotidiana. ¿Por qué seré tan cobarde? Por qué no pongo fin a este matrimonio roto desde ya tanto tiempo? Siente en su interior pena por si misma. Qué la hizo tan dependiente? ¿cuándo dejó de ser la mujer respetada por su marido? Ya no queda más que rabia, en su interior la desazón la inquieta, si pudiera decir basta y salir con hidalguía de todo su martirio, pero tiene miedo , y no se haya capaz de enfrentar sola la vida.
Fue en la tarde que acudió a su cita con el dentista, cuando de vuelta se encontró con su amiga María Eugenia, se abrazaron contentas de verse y decidieron ir a tomarse un café, para conversar, hacía algún tiempo que no se veían, y eran amigas de años, cuando ambas eran solteras, Se acomodaron en un rinconcito alejado y casi en penumbras, y hablando de todo y de nada escucharon una risa que inundó el lugar ,una pareja acaba de entrar abrazados y riendo felices, pasaron por su mesa, al levantar la vista Matilda ve a su marido, es él , el que va con la mujer, para su desgracia o fortuna, él no se da cuenta de la presencia de ella. Suben al segundo piso y pierde su presencia, pero María Eugenia, también se ha dado cuenta y mira a Matilda sin saber qué decir.
Ella siente en la mirada de Maria Eugenia, lástima y su corazón late alocadamente, pero sacando fuerzas, sonríe y su voz se quiebra. ¿Tú la conoces a ella Maria Eugenia?
Le cuenta que es abogada , divorciada y con una hija de quince años. Llegó al rededor de un año atrás al bufete de abogados de Ernesto. Es allí donde comprende el cambio de su marido. Siempre con tanto trabajo, con viajes relámpagos. Pero puede que sólo sea una infidelidad sin importancia se dice, cómo para tapar la verdad que se ha puesto de frente a sus ojos.
Y tú sabías de esto, María Eugenia?_ la verdad amiga que todos lo saben, ya no es novedad verlos juntos . De pronto una tremenda pared ha caído sobre ella, quiere ir a enfrentarlos, mirarlo cara a cara, pero luego se dice, no, jamás me rebajaré a una situación tan degradante. María Eugenia, salgamos de aquí, por favor sácame , no quiero permanecer un minuto más en este lugar.
Ha tomado un taxi, y da vueltas sin sentido por la ciudad, hasta que el chofer le pregunta si está perdida. Han pasado dos horas y no sabe qué hacer, disculpe le dice- ahora diríjase a El camino del Aba.
Cuando Enesto llega ya pasado varias horas, se le ve dulce con ella, la besa en la cara y sonriendo le pregunta- Y cómo te fue hoy en el dentista? Ella le mira en silencio y sonriendo dice- mal. ¿Mal, pero por qué mi amor? Mi amor, cobarde piensa ella. Tendré un tratamiento largo, ya sabes lo que odio ir al dentista. No te preocupes ahora los tratamientos son totalmente indoloros, ¡relájate mujer! Se acerca y la besa con delicadeza en la frente.
Ernesto, estaba pensando si podríamos salir este viernes, me gustaría ir a bailar, hace tiempo que no vamos, y te ves cansado, quizás te haga bien un poco de distracción, ¿ no crees? ¿Ir a bailar?, qué cosas dices, estoy lleno de papeles y tengo un caso muy importante este mes fuera de la ciudad, pero lo tendré presente para más adelante.
Claro dice Matilda, estás tan ocupado con tu amante, que no tienes tiempo, para salir conmigo. Matilda qué cosas dices, sabes que no tengo amante alguna. ¡Mentiroso! ¡ hoy te vi, con ella ! Ninguno se ha dado cuenta de la presencia de su hija Carolina, ella se sienta en el sofá y los observa en silencio.
Matilda, de nuevo con tus ataques de celos, me tienes harto, he estado en la oficina toda la tarde con una cliente y tú me sales con esta barbaridad.
Mentira, mentira estabas con la otra, esa mujerzuela que trabaja contigo, ya todos te han visto, y hoy también lo he visto yo, con mis propios ojos, no lo niegues, porque te vi.
Se acerca a ella y mirándola frente a frente dice: pues entonces si me viste cállate, porque no lo voy a negar. Entonces toma tu ropa y vete , no te quiero aquí, adultero. No, no me iré, porque eres mi esposa y no te voy a dejar. ¡Qué dices estúpido! Si me engañas ándate. Los gritos comenzaron a subir de tono y las caras tenían cada vez un aspecto agrio, la mujer estalló en sollozos, y levantándose del sofá comenzó a romper todo lo que se interponía a su paso. El la tomó de los brazos con fuerza y dijo: cálmate mujer, cálmate . En ese instante Carolina salta del sofá y grita: cállense los dos, par de locos, me tienen aquí viendo como se pelean y no se dan cuenta que estoy presenciando esta horrible escena, los odio, los odio y salió dando un portazo.
Matilda, se recupera de su estado y aún con lágrimas dice: ¡tú eres el culpable, tú!
Matilda, dice Ernesto, eres mi esposa, pero es verdad, tengo una amante, pero aún te quiero.
Dame tiempo para salir de esta, y déjame hacerlo sin herirte, y tampoco herirla a ella. La abraza y la lleva a la cocina, le prepara un té, y le pide paciencia, en sus ojos hay amor, ella no sabe qué decir, se siente humillada, pero comprende que Ernesto debe superar esto y para eso, necesita de su ayuda.
Se ha tomado un calmante para dormir, pero aún así no consigue conciliar el sueño, a su lado en la misma cama Enesto duerme como si nada hubiese pasado. Le observa, ve sus sienes pobladas de canas, le dan un aspecto tan seductor, y sus labios aún conservan la carnosidad de joven, es apuesto sin duda, pero no tiene derecho a hacerme una cosa así, se levanta y se refleja en el espejo, la luna ha entrado por la ventana y tras el visillo ilumina la habitación. Lo que allí ve, es una mujer alta, con su largo pelo ondulado color azabache, y su figura espléndida, siempre ha conservado sus lindas piernas, esta visión de si misma le devuelve la confianza y entrando nuevamente en la cama, se acurruca y el sueño se adueña de su cuerpo.

1 comentario:

  1. Creo que perdonar es un acto de sumisiòn, yo no perdonarìa como la heroìna de tu cuento, aunque sè que no es cristiano lo que expreso, pero tanto y tanto, dònde queda una? Mi humilde opiniòn...
    "perdonar no es permitir te pisoteen"

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