sábado, 9 de abril de 2011

El regreso


Tocaron la puerta y corrí a abrirla, sentía en mi piel que podía ser él.

La tarde estaba tibia y una suave ráfaga de viento me besó al dejar entreabierto el portón por si querías entrar por allí. No se porque razón pensaba que llegarías esta tarde.

Habían pasado muchos años desde el día que te fuiste, y en mi corazón nunca dejé de soñar con el día que regresaras.
Me imaginaba que traías tu camisa azul, esa que te regalé cuando cumpliste veinte años y que tú con tus verdes ojos miraste con tanta alegría y besando mi cara te alejaste feliz al pueblo a encontrarte con tu novia María Teresa.
Esa chiquilla morena de trenzas negras que tanto amabas, ella con la belleza de los diecisiete, con su mirada lánguida y voz de miel, regalona te tenía cautivado.
Era tu primer amor, y tenías el porte de un águila en vuelo. Esa tarde que caminaste por el sendero de las hortensias, saliendo de la casa, donde tu figura la vi desaparecer entre los álamos del camino que te llevó al pueblo, esa la última que vi tus ojos verdes mirarme con amor. No sospechaba que sería la última vez que tendría la felicidad de tenerte a mi lado.

Con el tiempo comprendí y acepté que te habías marchado. Nunca entendí el por qué de no contármelo, si yo tu madre te habría aconsejado y les habría dado un pedacito de nuestra tierra para ustedes, para que hicieran su nidito, y hasta unos animalitos les habría puesto en los corrales.¿ Qué te hizo tomar esa cruel decisión, marcharte así sin una palabra, acaso no confiaste en mí, en tu padre?
No hubo noche que no te esperará con el mate cebado, como a ti te gustaba, el pancito calientito en la cocinilla y el queso con la mantequilla recién hecho.

Pronto llegaron los rumores del pueblo y supimos que se habían casado. Y que hasta un niño tenías. Jesús le pusiste me dijo la madre de María Teresa, tu suegra, que también como yo, lloraba su pena.

El compadre Ramón me decía, no llore comadre, ya verá que los chiquillos vuelven, estos cabros cuando son jóvenes son chúcaros y cuesta domarlos, pero ya verá como vuelven mansitos en un par de años.
Tu padre Mañungo, no resistió la pena y los fríos del invierno le enfriaron las venas.
Se perdía días enteros cabalgando a la cordillera, no regresaba hasta avanzada la tarde, soñando encontrarte con las botas de cabalgar puestas, _yo nunca le reprocharé nada le decía a todo aquel que por ti le preguntaba_.
Pero pasaron los inviernos Juan, y no regresaste, hasta que una tarde no volvió de su cabalgata y fue el compadre Rosamel quien salió a buscarlo. Encontró su caballo desbocado en el peñasco, allá frente a las “ ánimas” te recuerdas. Entonces salieron los hombres a la mañana siguiente al alba, Tu padre se quedó para siempre aguardando tu llegada, desbarrancó y quedó postrado en la grieta de los “ MUERTOS”. De allí nadie pudo sacarlo, llegar a ese lugar era una locura. El cura del pueblo hizo una misa en su nombre y por su alma. Y yo le rezo cada noche un rosario completito para que Dios lo tenga calientito.

Dicen que tienes fortuna y varios hijos, y que hasta auto tienes allá en la capital, que pasas tan ocupado por eso no has podido regresar.
Yo nunca pensé que María Teresa, tendría tanto poder sobre ti, sacarte de mi ranchito de esa manera y dejar a su madre para irse a la capital, tú que eras tan gallardo cómo dejaste que ella decidiera tu futuro, pero claro así es el amor, cuando se apodera de tu cuerpo pierdes toda noción de cordura y ambos se olvidaron de sus raíces.
Mi corazón me dice que esta tarde volverás , siento en el aire tu presencia. Si hasta los aromos se adelantaron y te esperan ya florecidos. ¿ Te acuerdas de los caquis?, están cargados y parecen que esperan que tus niños vengan a cogerlos de sus ramas, hay tanta fruta acá que necesitan de niños , ¡de tus niños !
Juanito, dile a María Teresa, que vengan que mi corazón les espera con alegría, si hasta una huerta tengo preparada para que saquen verduras frescas.
Hay dos vacas preñadas y un chancho con sus crías. En el gallinero, las gallinas no dejan de poner sus huevos cada día.
Hijo por favor, no dejes de venir esta primavera.
Doña María Flor, sentada en el corredor de su casa espera la llegada de su hijo , su nuera y sus nietos. Sus manos ya gastadas y deformes por el reumatismo se retuercen con torpeza, y sus ojos vidriosos creen ver por el sendero la llegada de ellos. Se levanta de su silla y sale al encuentro, su compadre Rosamel, es el que viene cabalgando y trae en sus manos un telegrama, es de Juan que llega mañana.

María Flor, esa noche se acuesta contenta, tiene el comedor preparado y en el corredor un animal cuelga, listo para el asado cuando su hijo llegue, los peones ya saben y tiene la chicha dispuesta. Mañana en casa habrá una gran fiesta.

La noche se ha posado sobre la casa paterna, el fuego está encendido en la chimenea, los gatos duermen bajo las mesas. En su cama doña María flor reza, dando gracias por la llegada que tanto espera. Afuera los perros vigilan.
Las hortensias abundan por el camino donde un día Juan saliera.

Son las siete de la mañana, el sol ya está alumbrando la hacienda.
Los ojos de María Flor descansan , su cuerpo aún tibio no siente el beso que de lo lejos llega, Juan ha vuelto y su madre descansa la siesta eterna. En su cara se refleja la paz que deja al alma cuando un hijo regresa.

2 comentarios:

  1. Edith..... por Dios que Belleza !!!!!!!!!!!!!!!
    Felicitaciones me ha emocionado.... es realmente HERMOSO...!!!!! FELICITACIONES Y BESOS !!!!!!!!!!!!!
    MARTHA

    ResponderEliminar
  2. Querida Martha, esta historia nació de la pintura de tu alumna.
    Una real belleza, apanas la vi, me imaginé la escena.
    Gracias por pasar por mi rincón, un abrazo desde el alma.

    ResponderEliminar