sábado, 4 de junio de 2011

La puerta de Roble. Edith Moncada


Quizás detrás de la puerta este su alma,

su deseo de ser amado y no morir en

en intento.

Giré la perilla, puerta de roble inmutable impedía el paso. No se abrió, giré con lentitud tratando de no hacer ruido, sutileza me dije, que no se despierten los fantasmas que puedan estar por algún lado, quizás detrás de la puerta, sonreí. Un extraño temblor me invadió quizás la curiosidad. Al otro lado de la puerta; silencio, oscuridad la empujé con discreción y un halo de polvo húmedo, antiguo llenó el ambiente. Magia sentí al entrar, me inundé de paz , una serenidad reinante me hizo avanzar. Ese lugar de la casa permanecía cerrado por años. Nadie se ocupaba de esa habitación, mis abuelos la habían clausurado, nadie parecía acordarse de ella o querer sacar algo de allí. Simplemente no existía.

Mi curiosidad mi anhelo de encontrar cosas antiguas me llevaron a ese cuarto. No soy miedosa y no creo en fantasmas. Decidida a hurguetear cada rincón. Cuando la puerta se abrió avancé a tientas, objetos en el suelo me impedían pasar. Me quedé unos segundos intentando ver, cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad distinguí el desorden, muebles amontonados, sillas, cuadros, percheros y libros, muchos libros en un armario lleno de telarañas y polvo. Me quedé maravillada, había descubierto un tesoro. La habitación alta de techo con vigas de roble, como lo era el comedor y el living de la gran casona. Las paredes mostraban un papel mural antiquísimo lleno de flores pequeñas, la ventana estaba tapiada con maderos gruesos, no entraba allí ningún halo de luz, el silencio y la oscuridad eran sus habitantes predilectos. Observe cada espacio con curiosidad y me decía para mis adentros, este lugar desde hoy será mi escondite secreto. Al avanzar me topé con un lecho, una cama estaba en el suelo, un cobertor antiguo de plumas sucio con polvo. Busqué una lámpara, no vi nada. Mañana en la tarde volveré con una linterna. Aquí escribiré mis cuentos. Es un lugar ideal para hacerlo, salí con cautela nadie se enteraría había traspasado la puerta de Roble prohibida.

Esa noche me dormiría temprano, quería que llegará pronto el día para ir al cuarto. Al poco rato sentí una respiración, abrí los ojos, silencio. Sabía que allí no había nadie más que yo. Intenté dormirme un murmullo débil como un sollozo. Puse atención, me senté en la cama sin encender la luz. Volví a experimentar una brisa, pasó rozando mi cara. Luego un peso, alguien se sentó. Dije: _ ¿Hay alguien ahí?_ _¿Quién está sentado en mi cama?_ Silencio. Sin preocuparme, me dormí.

La siesta en la casa era sagrada. Todos la hacíamos y en ésta época de verano es muy agradable. Al despertarse mis abuelos y tías daban un paseo por el jardín. Esta tarde yo no haría siesta, iría a mi lugar secreto. Cogí mi block de apuntes y partí silenciosa y feliz, escribiría aquí la historia de mi cuento. Giré con cuidado la puerta y esta vez se abrió sin dificultad, encendí la linterna, además llevaba una ampolleta para colocarla en una lamparita pequeña que había visto en un rincón justo al lado de la cama. Al encender la luz, lo vi. Estaba en el suelo en posición india, no tuve miedo, ni siquiera me asusté. Un mechón rubio le caía en la frente, sus ojos pardos tenían una mirada dulce que me llenó de paz. Observé sus manos, jugaban con un lápiz azul de cristal. _¿ Qué haces acá?,_ dije me miró sonriendo y dijo: _ ¡Esperarte!_

Tendió su mano y me pasó el lápiz "Toma es para que escribas tu cuento". Sonreía sus dientes me deslumbraron. Cogí el lápiz. _ ¿Tú me conoces?_ _¿Qué haces acá, cómo entraste?_

Vivo acá esperaba que vinieras, por fin lo haz hecho. Me quedé sin palabras, pero no quise saber más. De seguro estaba soñando, si es eso me dije, claro, estoy en la hora de la siesta y esto es un sueño. Como si él hubiese leído mi mente dijo: No, no es un sueño, desde ahora vivirás. Escribirás tus cuentos , antes estabas en un sueño.

Mis tardes en la casa se transformaron en algo maravilloso, cada una de ellas con magia y la ilusión se habían apoderado de mí. Gabriel se transformó en mi amigo, mi confidente ahora ya no se como describir lo que sucede. Una tarde en la que yo escribía mi cuento, Gabriel me pidió algo de comer. Tengo hambre dijo, hace días que no he comido bocado, serías tan amable de traerme comida. Yo no reparé en eso, nunca me había preguntado si comía, si salía de ahí, si era real. Me levanté del escritorio, dejé mi lápiz y le tomé sus manos estaban tibias, me miró sonriendo.

Hoy en la mañana le he dicho a María la cocinera, que me prepare una canasta con frutas y galletas, también algún jugo fresco. Me miró con curiosidad diciendo: ¿La niña saldrá de picnic hoy? No, María, no seas indiscreta. Lanzó una risa pícara y me miró con un signo de pregunta. La quiero para hoy a las dos en punto, salí sin mirarla.

Mi cuento va tomando cuerpo. Gabriel me da sugerencias. Quiere que escriba de un joven que se enamora de una chica , pero no podrán amarse, son de mundos distintos. Le he dicho que no quiero un cuento cursi, me ha mirado con tristeza, ¿ Por qué ustedes, los jóvenes no creen en los sentimientos? Me he reído , me causa gracia lo que dices Gabriel ahora las personas se buscan para hacerse compañía, para ayudarse, para salir juntos tener un plan de vida interesante. No para decirse si me quieres o no me quieres y esas tonterías. Vi caer una lágrima de sus ojos. ¿Lloras? dije … cogió la lágrima que caía por su mejilla, era azul, transparente y la depositó encima de la hoja del cuento que yo escribía, quedó allí titilando. Una lágrima dijo refleja un sentimiento puro, sale del corazón, ese que tú no ves, porque no puedes verle. Una lágrima lleva dentro de ella un dolor invisible, sólo se puede ver si es que eres capaz de derramarla por amor. Me quedé en silencio. La chica de tu cuento no tiene sentimientos, no cree en el amor, nunca ha amado. Debes darle un corazón. Debes hacer que ella ame sin importar nada, amar debe amar.

No, dije con seguridad, no quiero cuentos de hadas, no existen. Y el amor tampoco, tú deberías saberlo. Me miró con dolor. Estoy aquí por amor, pero tú no te das cuenta. Sólo te interesa tu cuento, no te importo yo. Me paré enojada tiré el lápiz saltó lejos. Me voy mañana volveré cuando dejes de hablar tanta cosa sin sentido.

En la noche dormí mal, soñé y vi a Gabriel lloraba en un rincón, su cuerpo sangraba una herida le atravesaba el pecho. Desperté lo vi mirándome. El final del cuento ya lo tienes Ángela ya lo sabes, ahora sólo tienes que escribirlo. Gabriel dije me di cuenta estaba sola, había salido de la habitación. Corrí por el pasillo fui a la puerta, estaba cerrada y no pude abrirla, giré la perilla pero no cedió. Una luz se encendió detrás de mí. Ángela dijo mi abuelo ¿Qué haces parada aquí a esta hora? Quiero entrar abuelo. Gabriel está herido allí dentro. ¿Gabriel, qué sabes tú de Gabriel? Me miró sin entender. Gabriel abuelo, está allí dentro, converso con él todos los días me está ayudando a escribir mi cuento. El abuelo se desmayó. Cuando el médico salió de su habitación: fue un infarto, menos mal que me llamaron a tiempo, ahora necesita cuidados su corazón está débil. Mi abuela, más tarde me contó. Gabriel fue hermano del abuelo. Se suicidó a los diecinueve años, de eso hacía más de cincuenta años. Se había enamorado de una chica que se burló de él. Él no pudo soportarlo, esa era su habitación, la tenían tapiada por deseo del papá del abuelo. Siempre ellos respetaron esa decisión. Yo converso con Gabriel abuela, él está aquí, no es un fantasma, existe, me habla. Si dijo ella, está aquí con nosotros, seguramente es su esencia, su luz que aún permanece y tú de alguna manera has traspasado esa dimensión, pero no le hables a tu abuelo de él, porque no lo entenderá y pensará que estás inventando una historia.

Hoy abrieron la puerta de roble y María ha hecho la limpieza. Sacaron las maderas de la ventana y el abuelo ha dicho que haga realidad el sueño de Gabriel que escriba.

Gabriel permanece callado y sólo quiere leer el cuento donde la niña ama al joven, le dije que haría el intento por complacerlo. Ahora estoy en eso escribiendo.

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