miércoles, 6 de julio de 2011

Entre domingo y lunes.

.

Del amor a la agonía un instante,

Y de allí a la muerte .

Edith Moncada Monteiro.

Domingo; todo marchaba perfecto, hasta que una llamada lo arruinó.

Ella comprendió, había sido engañada. Arropada en un frío gélido, su alma hecha jirones se fue desgarrando. El pecho, un dolor agudo punzante mil cuchillos socavaban sorbo a sorbo lo que quedaba de su orgullo. Su cara desencajó. Sonrío. Debía hacerlo, nadie de su familia deberá notar su tristeza, que en realidad es una agonía. Su calvario comenzaba.

¡Pobre mujer!, había apostado todo: familia, hogar, marido, hijos. La culpa fue la primera en aparecer. Lentamente una espina que se va metiendo en la llaga fue lacerando su dignidad. Se vio desnuda y lo que vio no le gustó. Hizo esfuerzos por aparentar serenidad. Incluso se sentó en el sofá junto al marido, cosa que no hacía desde meses. A él le agrado tanto el gesto que le tomó la mano y sonriendo dice: ¡qué bien! me gusta que te sientes con nosotros. Los niños aplaudieron. Miraban televisión.

En un ademán inconsciente apagó su celular, lo guardó en su bolsillo.

Berta les trajo un aperitivo, pareciera que ella la empleada, se daba cuenta del cambio y mostraba agrado. Hicieron salud y lastimosamente se tragó sus lágrimas.

Esa noche la pasó en vela. Su esposo la buscaba acariciándola, ella alejándose, él insistiendo. Te amo , te necesito me doy cuenta lo valiosa que eres para nosotros. Perdóname por lo tonto que he sido, mereces todo mi orgullo y admiración. Ella alejándose. Mordiendo su angustia se forzaba a que las lágrimas no salieran, no debían, no eran bienvenidas.

Al alba, sus ojos aún despiertos y el cuerpo ovillado. Su mente en aquel llamado que le apagó la calma dejándola desamparada, en un fuego sin llamas dejándola vacía y en cenizas.

Él, le había hablado de su soledad, su vida. Sintió lo mismo que en otra época; estaba irremediablemente llena de amor por este hombre. No supo o no quiso ver la realidad, algo en su interior le decía que el laberinto era tóxico, pero la emoción y el amor pudo más. Sintió que el destino le daba una oportunidad y la felicidad la desbordaba. Perdió todo decoro. Su matrimonio lo expuso a unas cuantas horas de amor y placer. Olvidando su condición de casada, mujer intachable. La imagen que le devolvió en ese instante el espejo la hirió aún más. ¡Qué miserable!

Ahora no hay tiempo para dudar. Comprende está todo consumado. Se siente usada, como una fruta deliciosa que se prueba y se desecha. El misterio y la magia terminaron. Miró por la ventana. El sol aparecía iluminando la ciudad, se dio cuenta su alma caía en oscuridad profunda. Se había traicionado a sí misma. Lo que quedaba era un despojo sin orgullo.

¡Cuánta sarta de engaños, mentiras se le presentaba de un zarpazo!

Se dio cuenta lo frágil que había sido. Pero de nada vale ahora su arrepentimiento, no hay vuelta atrás. Estuvo ciega, loca y sin cordura. Caminó a tientas embriagada de lo nuevo que se metía en su piel, la inundaba incapaz de detenerse a tiempo. Era justo entonces este dolor.

A la noche volvía a su hogar después de un día tormentoso, su corazón lloró en silencio, ocultando a todos su pesar. El crepúsculo tallaba las calles, se olía desolación, sin duda había empezado a morir.

El aire espeso le comenzó a martillar las sienes. Un frío intenso la recorrió. Manejar se hizo difícil. Le dolía el pecho, llevo su mano en un gesto de alivio para acariciarlo. No pudo levantarla. Cerró los ojos y creyó caer en una especie de súbita pesada somnolencia. Sus labios pronunciaron un nombre. Un hilo de sangre salía de la nariz. Sonreía, le tendían la mano, pretendió asirla. Su marido la abraza y ella le dice que la perdone, lo dijo varias veces, no la escuchó. Gritó, y su voz no salía. Vio venir a los niños. Lloraban. ¡Mamá, mamá!

El parte policial; infarto. Muerte instantánea manejando al llegar a su casa.

La muerte comenzó el domingo y concluyó hoy lunes.

2 comentarios: