Edith Moncada
Tan bella y apetecible como nunca la había visto,
pero ya inalcansable.
Ella permaneció impávida, fría como una lápida, no correspondió a su beso.
Tan bella y apetecible como nunca la había visto,
pero ya inalcansable.
Ella permaneció impávida, fría como una lápida, no correspondió a su beso.
(Qué beso tan
hipócrita, cómo podía hacerlo, después
de lo que había hecho, pensó.)
_ ¿Qué le ha ocurrido a usted, Berta?
_ Nada que a usted le interese supongo, dijo Berta, y se
apartó sutilmente, dejando a Gonzalo, totalmente desarmado.
La miró en silencio por
unos segundos.
Ella con un ademán de indiferencia dueña de sí misma, se
irguió con feminidad, realzando su busto que se levantó turgente por encima de
la blusa blanca con encajes, alzó su vista por el paisaje a través del ventanal. Su cara era
tan bella que hizo temblar a Gonzalo.
Se dijo para sí; quiere hacerme
pagar nuestra ruptura, es una actitud
femenina.
_ Debo reconocer que estás
muy bella Berta.
_ ¡Gracias ya me lo
han dicho!
Se sonrió, y le gustó ese
aire de importancia y seguridad que
mostraba.
Siento mucho lo ocurrido Berta, la verdad creo que obré
muy precipitadamente aquella noche que te culpé de algo sin importancia.
_ Tú no hiciste nada, fui yo la culpable, ¿no lo recuerdas?
Los años me han
cambiado y también mi manera de pensar. No recuerdo exactamente lo qué pasó,
simplemente lo he olvidado.
_ Haces bien en
olvidarlo, ya pasó dice, sonriendo irónicamente.
Por supuesto querida, solo tenemos el presente, ni
siquiera existe el futuro, es más no
sabemos como se presentará.
Cada
movimiento de ella era como
un acicate a su virilidad, se sentía atraído. La veía tan apetecible,
sus curvas se dibujaban por debajo de sus ropas, de la muchachita
delgaducha
y sin gracia que el había
conocido no quedaba nada.
Se acercó colocando
su mano temblorosa en la pierna de Berta.
Le mira fijamente, saca con
cuidado su mano y dice: También los años te han puesto tembloroso. Increíble lo
que sucede con el tiempo. Se pone de pie y se cambia de asiento, dejando sin
palabras a Gonzalo.
Estoy
dispuesto a casarme nuevamente contigo Berta. Estás tan divinamente
encantadora que ya no podría bajarme de este tren sabiendo que no
estaremos juntos.
_Siento decirte Gonzalo que eso ya no es posible.
_ Nada de imposible
Berta querida, recuerda el tiempo
pasado, fue feliz.
_ Desgraciadamente
para ti, ya no puede ser.
_ Berta querida, no me hagas
sufrir. No te das cuenta, que por ti haría cualquier cosa. Pídeme lo qué
quieras, yo tus deseos cumpliré.
Ella le mira con desgano diciendo: Guardé muy
bien las apariencias, al parecer
nunca te has enterado de nada. ¿Verdad?
_ En eso tienes mucha razón,
has cumplido muy bien lo acordado.
_Entonces no me ruegues, ni me digas
que cumplirás mis deseos, yo, no
necesito de tu dinero, se muy bien valerme
por mí misma.
_Perdóname no sabía
el daño que me hice al perderte.
¡Dame otra oportunidad!.
Pues bien, visíteme. Saca de su bolso una tarjeta. Se pone
de pie. Hemos llegado. Buen día
Gonzalo,. Desciende envuelta en su ropaje como una reina.
La ve descender y perderse con paso altivo entre la
multitud. Mira la tarjeta, esta dice: Madame: Claudette de Claire , esposa de Benjamín Motrou.
Hay hombres que solo apestan a las mujeres y cuando estas encuentran uno que les sepa tratar, las mime y consienta su ternura y hermosura llega a ser como el sol de la mañana. Tarde se da cuenta quien no supo cultivar el amor...Muy
ResponderEliminarBello Edith.