jueves, 19 de mayo de 2011

La casa tomada Edith M. M.


La casa tomada. Edith Moncada

Nos moriríamos allí algún día.

Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella.

( Julio Cortázar)

Irene y yo amábamos la casa, ella nos daba todo; seguridad, tranquilidad, respirando ese aire de complicidad que necesitábamos.

Habíamos nacido en ella, herencia de bisabuelos. Nuestros padres tuvieron aquí sus alegrías y quizás más de alguna tristeza, entre estas paredes que fueron sus confidentes como ahora las nuestras.

Nuestra casa, es nuestra fortaleza. Irene y yo nos hemos descubiertos como personas, somos más que hermanos, la sangre que corre por nuestras venas nos llama, nos altera y nos hace inseparables. A nuestra edad ya es imposible alejarnos, pasamos los cuarenta años y nuestros sueños se han ido fortaleciendo.

Nuestra convivencia es tranquila, reposada y la casa nos mantiene ocupados, su limpieza y orden nos ocupa la mayor parte del día.

Irene mi hermana, conserva su belleza intacta. Mujer alta de pelo frondoso negro azabache, luminoso que le llega a los hombros en forma de cascada, me encanta admirarla cuando lo lleva suelto, con ese aire de tigresa, y sin embargo su voz aterciopelada la hace una gatita tierna y algo mimosa.

No queremos tener gente que venga a destruir la paz que disfrutamos, por eso Irene y yo tenemos las actividades diarias repartidas, sin servidumbre la casa es más nuestra, más amada.

La lectura es mi adicción preferida. Irene dedica horas eternas por las tardes y las noches a tejer, yo la observo y me encanta su manera de mover las manos tejiendo y destejiendo cuando algo no le agrada, pareciera que disfruta convertir el tejido en un acto sin final.

Hoy en la mañana al entrar a la biblioteca, percibí un extraño sonido, me sobresalté. Por un instante me quedé esperando otro, pero el silencio acostumbrado invadió la habitación, salí sin darle importancia.

Irene con su color pálido viene por el zaguán, me dice en un susurro, hay alguien en el living, me toma de la mano, la siento suave y tibia tan agradable al contacto. La miro a los ojos veo un miedo acechando. Vamos le digo y nada, silencio. Entramos y nos sentamos en el sofá café, Irene frente a mí, el espejo en la pared azul nos muestra a ambos, desde un costado. La puerta de roble impenetrable, inamovible crujió. Vimos como la manilla giró suavemente, nos pusimos de golpe de pie, esperando……

La casa comenzó a murmurar, escuchábamos a ratos vocecillas, insidiosas, burlonas teníamos el presentimiento que éramos observados.

Lo decidí por la noche mientras Irene dormía, escuchaba su respiración y me dije: nada me hará salir de mi casa. Por la mañana al despertar Irene yacía tumbada en el piso, sus ojos abiertos miraban con horror, corrí a tomarla, estaba fría. Los ruidos empezaron con furia, abrí puertas y avancé por las habitaciones, mi mente creyó percibir,aquellas malignas vocecillas insidiosas, me hicieron retroceder. Puertas cerradas de golpe tras de mí. Cogí mi sombrero, salí, eché llave a la puerta, no vaya a ser cosa que esas voces maliciosas me persigan. Atravesé el portal y me perdí calle arriba, la bruma espesa borró mi silueta.

2 comentarios:

  1. Leí tu texto Edith, bien escrito con unidad y coherencia. En cuanto pueda releeré "Casa tomada" para hacer un comentario más apropiado, como lo mereces.
    Un abrazo.

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  2. Gracias Juan C. L. Rojas. Me es muy necesaria tu opinión, me ha dado últimamente por leer y reescribir cuentos desde mi propia perspectiva, con mi mirada y mi mundo subjetivo.Se que este cuento " La casa Tomada" es una gran obra de Cortázar escritor famoso de ustedes y por supuesto muy admirado por mí, tiene una narrativa que me impresiona. Gracias y mi beso de agradecimiento.

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