viernes, 26 de agosto de 2011

Dolor

Edith Moncada

En un instante, tan sólo uno, mi vida se cruzó con la desolación.

Como un haz de locura, una sombra envolvió mi ser.

Fue atrevida e indulgente, me desnudó, dejándome indefensa.

Agolpándose furiosa, la sangre desbocada nubló mi vista.

Un grito de terror ahogó mi llanto como en un choque de témpanos, crepitaron mis huesos. Alcé la vista. La daga punzante embestía a traición. Sólo mi dolor estaba presente. Y en minutos su vida escapaba gota a gota; la mía también.

Un fuego abrazador quemaba mis sienes. Una tormenta de nieve congeló mi voz.

Ese silencio a gritos, despertó mi locura. Abrazada, arrodillada, frente a lo que quedaba, me estremecí. Un susurro ahogado selló mis labios.

Aquella tarde de dolor, la luna presurosa buscó refugio en una nube fugaz.

En la sombra de la subrepticia tarde de desvarío, oculté mi dolor.


Afuera, voces, risas. Ese mundo ya no me pertenecía. Entonces creció mi angustia, ante el hecho consumado, y una ráfaga de viento ovilló mi cuerpo.

Su mano aún tomaba la mía, la luz de sus ojos dejó de brillar y sus labios inertes en un rictus de agonía me dijeron adiós.

Su risa de antaño, y también su llanto quedaron para siempre guardados en mi corazón.

Cerraste tus ojos para siempre. Para siempre se fue tu voz. Mi pecho acunó tu ser. Cobijé ese momento, momento cruel que nos separó.

Al recordar, vuelvo a morir como aquella tarde que te vi partir.


Suyai copyright 2011 Chile ( Prosa libre)

1 comentario:

  1. Me parece una catalexia de todos los orgasmos que no son demonios sino denominaciones del carácter coital. Revelación que me fascina cuando gritas ensaltada y en tu envés solo hay lágrimas que le calcinan. ambos mueren extenuados, creyendo que para vivir hay que morir muchas veces. la temporalidad y el sosiego, la confianza y el desamparo, la independencia y el volveré. Me gustó, por lo mismo me afilié. Luego vi que sabía como conducir las imágenes. Felicidades.

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