sábado, 27 de agosto de 2011

Flor de un día


Edith Moncada

Se puede escribir cuando el alma la tienes socavada, triturada y sientes que te desarmas a pedazos. Dejas caer una lágrima y luego viene otra y otra y ya no paras.

Se descosieron sus labios, crepitaron como hojas marchitas sus valores, sus ideales. Ya nunca más serás lo que fuiste, ni podrás predicar sin censurarte.

Una locura por amor, bien vale mis razones cuerdas, dicen, pero no sabías que el desconsuelo venía de prisa a corroer el alma.

Sensación de tenerlo todo y no tener nada. Un leve detalle vale más que cien palabras. Y tú lo descubriste, pero la batalla ya estaba perdida. ¿O ganada?

Agonizas ante tu propio drama. Aplaude tu conciencia burlona que llega tardía para decirte que no debías, que no era justo, pero te abandonó. Y caíste desposeída de toda vergüenza, fallida la cordura.

Amaste y fuiste amada como siempre soñaste. Delicadeza, ternura y sin pudor.

Tu ser confundido ante el fuego abrasador se dejó quemar, y ahora convertida en ceniza está.

Aturdida ante la belleza de amar, de darse como flor para ser deshojada. Te elevaste en pos de un sueño de amor otoñal, que empezó aún no siendo primavera, cuando se es primero oruga.

Violines y guitarras sonaron a tus espaldas. Bellas palabras que atrapan, recuerdos que obsesionan y matan.

Se puede envolver la felicidad por unas horas, pero luego esta marcha y vas sonriendo en su busca fingiendo alegría y caen sólo lágrimas.

¡Ay! Qué absurda es la vida cuando amas a destiempo, y quedas enclaustrada.

Sálvame de esta agonía que mata, de este dolor sin fragua, que consuela por un momento y vuelve a embestir, matando sin piedad, es lo que ahora clamas, y ya no hay marcha atrás…lloras, pero consuélate ¡ fuiste amada!

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