miércoles, 18 de enero de 2012

Decisión



Vestiremos las calles clandestinas con la dulzura de los besos.

Edith Moncada Monteiro

Regresa a casa después de sentir en su cuerpo las manos de él. Su boca aún lleva el sabor de ese beso que inventó en ese momento para él. Impregnado lleva su aroma en su pelo, en su ropa, sus ojos guardan el brillo que volvió al encontrar su mirada con la de él.

Hoy ha vivido la locura de un beso, y en ese beso ha quedado prendida, enlazada su alma. Atrás queda la mujer que ya nunca más será.

Su cuerpo tiembla, siente aquello inexplicable. Nunca, jamás nunca, pensó que sería capaz de vivir lo que ha experimentado hoy.

Infiel, desde hoy es infiel.

¿Es posible amar de esta manera…y después de toda una vida? Su pregunta la deja perpleja, siente vergüenza. Cierra los ojos y llora, no sabe si es de dolor por lo que ha hecho, o es alegría intensa. ¡Ha sido tan hermoso ser mujer!

No fue a encontrarse para tener un encuentro sexual. Fue en busca de la razón de su existencia. Un beso y silencio de todo. Se escuchó pasar el viento.

Recuerda; tenía trece años, y él un poco más. Ella le amó tanto, como nunca más lo hizo. Ella lo perdió.

Con el tiempo se casó con otra y nunca más supo de él. Ella se casó muchos años después.

Su corazón se detuvo en aquella edad, y aunque la vida siguió su curso, ella nunca le olvidó.

Vuelve a su hogar aún aturdida por lo que ha vivido. El marido le abre la puerta, la saluda con un beso. Sus hijos le preguntan por el brillo de sus ojos, ella turbada ríe nerviosa.

Las horas siguientes son un calvario. Siente en su cuerpo las manos de él.

El marido diciendo que bella estás, en su pecho una daga la crucifica sin piedad.

Los días son de una felicidad inefable, canta y llora sin razón.

Su ser su cuerpo su piel, están trastocados, se envuelve en una refrescante brisa, que enciende brasas ardientes que creyó apagadas.

Un silencio subrepticio la acompaña, el miedo, el placer de lo vivido la cautiva. . Se ha tornado taciturna, en su corazón un fuego la quema. Las lágrimas aparecen de la nada.

Una llamada telefónica la deja sin habla, la agazapa, la devora y el gusto de saber quien es la embriaga.

Citas furtivas, palabras que encadenan, besos que enloquecen.

Él le ha pedido que deje todo, que vivan su amor. La ama desea hacerla feliz. Que huya con él. Al recordar su voz, su aliento , no duda. Ya no puede seguir así, debe tomar la decisión.

Sus hijos están adultos. ¿Su marido? mejor callar. Hasta ahora no sabía del fuego que produce en la sangre el amor. Ha descubierto que es otra mujer , los mitos de la fidelidad la abandonan, se desnuda ante una nueva realidad y en vez de cerrar la puerta se rinde sin temor y llena de esperanza y felicidad.

Escribe una carta de despedida. Entiéndeme y perdona lo que no se puede comprender, pero hoy decido partir. Temo que no vuelvas a pronunciar mi nombre desde hoy.

Siente que es un sueño divino lo que ha vivido, desde la noche que tuvo su beso. Su vida toma de la vida el incienso, el almíbar acariciando su rostro en su recuerdo. Bebe su cariño y decide comenzar de nuevo .Deja su pasado. Llora por lo que va sintiendo. Vuelo de ti sin ataduras, te dejo antes que la vida me lleve a usar disfraces que no quiero.

La realidad de mi vida comienza hoy, no me busques, no me perdones, olvídame sólo eso quiero. Sale y cierra la puerta, el día está amaneciendo.


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