viernes, 2 de julio de 2010

La despedida. Suyai


Aquella noche, al despedir a Mauricio, le dio un sutil beso en la punta de los labios, apenas un rose, cerró la puerta y lo supo de inmediato; ¡ no se volverían a ver¡

¿Por qué tuvo ese presentimiento?, no habían discutido, pero en lo profundo de su ser sintió que, ya no más.

Verónica, se deja caer sobre el sofá, siente nuevamente ese dolor en el pecho, cómo el de aquella vez, sus ojos se han cerrado y un sollozo rompe el silencio, su intuición femenina le dice qué esto se acabó. Ella ya no lo esperará más y él no volverá.

Le amaba intensamente, había sido su amor de adolescente, en aquella época fue tan feliz, qué cuando supo que se casaba con otra, porque tenía una chica embarazada y debía casarse, le dio el adiós con lágrimas en los ojos, ¿entonces él, la había engañado? ¡Todo ese tiempo jugó con ella, no podía creerlo ¡se negó aceptarlo, y prefirió pensar qué había sido un mal sueño, o quizás ni siquiera quiso pensar nada.

Ahora sus pensamientos se atropellan, siente un sudor frío, su cabeza va a explotar,

Cierra sus ojos, la habitación está en penumbras, tras el visillo del ventanal se vislumbra la luna, entonces una lágrima resbala y luego otra, otra.

Se habían encontrado un día lunes, ella tomaba el taxi cuando sintió una mano sobre su hombro; habían pasado dos años, de aquella despedida. Esos ojos verdes la miraban con tanta felicidad qué sólo le sonrío, ambos subieron al vehículo. Primero no se decían nada, sólo miradas y sonrisas, luego él te tomó la mano y la beso en la boca, ella lo aparto con suavidad diciendo:

­_­¿Qué haces?... ¿Estás loco? ­_

­_ ¡¡Si, dijo él, loco de felicidad­. ¡_

De ese encuentro casual, siguieron otros, Verónica, sin darse cuenta se ha convertido en su amante. Qué no ama a su mujer, que tienen dos niños, que ella no es la chica que el quería para esposa, que ella es la real dueña de su corazón.

Pasan días sin verse, a veces un mes completo, ninguna llamada, y ella esperando, siempre esperando una migaja. Pero su corazón le pertenece, le ama y todo le perdona cuando vuelve. No hay quejas, no hay recriminaciones, sólo dulces instantes que ella ya no sabe sin son más dolorosos que gratos, cuando él parte, la soledad la invade, y se siente que ama un imposible.

Esta vez, pasó mucho tiempo, casi cinco meses, y no hubo explicación alguna, tampoco preguntó, ya no hacía falta, simplemente venía cuando quería, cuando ya no le esperaba, aparecía como si nada.

Fue María Eliana, su amiga de juventud, quién se lo dijo. Se había encontrado con Mauricio en el aeropuerto, iba vestido de negro, gafas oscuras y se veía pálido. Su destino era Montevideo, le habían avisado que su mujer había tenido un accidente auto- móvilístico, pereció instantáneamente, le había dicho, estaba visitando a sus padres que residían allá. Le acompañaban sus tres hijos, unos chicos preciosos qué no dimensionaban aún la tragedia que les estaba esperando.

Verónica siente que no tiene fuerzas para seguir escuchando, se aleja en silencio, María Eliana, le tiende la mano, y comprende que estaba sufriendo, no por ella, por Mauricio.

¿Qué haría ahora con tres niños, sin su esposa, sin la madre de los chicos?

Su destino nunca fue estar con Mauricio, ahora lo comprendía, estaba claro. ¡Tres Niños ¡ ¿ cómo pudo hacerlo, engañarla de ese modo? Qué ingenua, qué ilusa había sido, esperar tanto y ahora comprendía que ya nunca más podría volver a verlo.


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