jueves, 1 de julio de 2010

Cuento: El esposo. Suyai copyright


María Teresa, qué terca y obstinada fuiste mujer; nunca comprendiste mi sacrificio, vivir contigo, soportar esos largos silencios, y esa manía de rezar el rosario dos veces al día.

Tu cara de mujer fea, redonda con ojos pequeños como laucha, nariz puntiaguda, realmente siempre pensé qué eras una " BRUJA".

Si no hubiese sido por esa maldita herencia de tu tía Elvira, te juro jamás te habría pedido matrimonio, estoy seguro qué igual habrías sido mía, Me recuerdo cómo temblablas cuando me acercaba a ti, para darte un beso en la mano, esa mano regordeta y pequeña.

Tuve que fingir qué eras tan entretenida, soportar tus conversaciones insulsas, torpes y desabridas que nunca escuché. Sólo me limitaba a sonreír, tú pobre ilusa, pensando que me tendrías como esposo.

Un joven como yo, buen mozo, alto, esbelto, de ojos verdes de mirada soñadora, decían las mujeres. Yo, todo ¡ Un señor ¡, vistiendo siempre de traje, camisa alba con mis colleras relucientes, como era en aquel entonces mi piel, 29 años, María Teresa, todo un hombre, gallardo ¡ Señora ¡ ¡ Cómo me sonreían las mujeres cuando llegaba a una reunión social ¡

Aquella tarde que conocí a Sharon, mujer madura, hermosa y con dinero, de agraciada figura...¡ Esa sí qué era una mujer ¡ sus pechos turgentes, tibios me hicieron vibrar de pasión abrazándome a su regazo cómo un niño pequeño. Sus muslos se apegaban a mi cuerpo entrlazándome, haciéndome tan feliz. Busqué en sus entrañas con furia el hijo ese que tú no podías darme.

¡ Cuánto te pedí , María Teresa, qué me escucharas, que me comprendieras, yo no estaba ya contigo ¡
¿ Por qué no me diste la "Separación "? ...¡ Tú terca como mula, diciendo: " Nunca, Pedro José, Nunca"

Sola te quedaste, masticando tu rabia, tuviste que trabajar, tú qué nunca supiste hacer nada, me recuerdo que ni un pantalón sabías planchar, siempre se te perdía la raya. ¡ Estúpida e inútil mujer¡

¿ Por qué no te apiadaste de mí ? ¡ yo merecía ser libre, tenía belleza, juventud ¡ ¿ Qué me podías ofrecer ? ¡ Sólo Padre Nuestro y Ave Marías ¡

Al pasar los años, encontré el amor de mi vida, esa chiquilla pequeña, frágil cómo una espiga, de mirada dulce e ingenua, ella me cautivó, con su frecura, su candor. Cuánto quise casarme con ella, darle mi apellido, pero tú nunca entendiste lo qué es ser un hombre, te negaste a firmar un simple papel, y de qué te sirvió, María Teresa, te quedaste sola, vieja y más fea, por lo menos yo viví mi vida, disfruté del amor. ¿ Tú qué hiciste con la tuya?

No hay comentarios:

Publicar un comentario